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Fantasía prehispánica

El pequeño guerrero creció entre las altas hierbas, correteando los arroyuelos cantarinos que resbalaban de la montaña impregnada del olor dulce de frutas exquisitas, fragancias deliciosas de frutas y bambúes, de tierra húmeda, de hojarasca y de flores aromáticas. Cada palmo del valle le era conocido, casa sendero entre los árboles, cada araguaney derramando pétalos de oro. Creció junto a los ciervos, tomándolos de la cornamenta para besarles los ojos, desgajó en risas los rincones de aquel patio y los pajarillos multicolores hicieron eco de su canto, e imitando sus gritos de júbilo las chicharras aturdían la hora más serena de la tarde. Así había llenado de sonrisas secretos dolorosos, había enterrado en la noche aquel desasosiego demasiado adulto y cuando la noche se desplegaba por encima de la tarde cubriendo las últimas nubes purpurinas, se quedaba mirando el último rayo del hermoso astro que alejaba el hechizo de las sombras. La noche le sonreía con su magia, aterradoramen